CARLITOS, CANTA MISA

A veces los acontecimientos tardan en llegar más de lo esperado y, cuanto más deseas que lleguen, parece que la distancia es mayor. Esto es lo que ha sucedido con nuestro amigo «Carlitos»: por fin llegó su ordenación sacerdotal y ya podemos decir que tenemos un nuevo cura en el pueblo. La ordenación, tuvo lugar el día 19 de junio en la parroquia de la Sagrada Familia de Burgos. Él, junto con dos sacerdotes y seis diáconos, se acercaba al altar en el que le esperaban D. Santiago, Arzobispo de Burgos, y más de 200 curas. Allí vimos muchas caras conocidas de Pineda que se mezclaban entre la emoción, el calor y la multitud de gente que no cabía en la iglesia.

Pero la fiesta no terminó aquí. Los de Pineda esperábamos nuestra particular celebración para hacerlo como nosotros lo sabemos hacer. Él ya nos había anunciado que su primera Misa en el pueblo sería el día 27 de junio; nos daba tiempo a prepararla con esmero y delicadeza.
A primeras horas de la mañana de ése sábado de fiesta vimos ondear en lo alto de la torre de la iglesia de nuestro pueblo un bandera blanca. Al mediodía se montaron los mesas en el «Barrio de las Escuelas» para que por la tarde los visitantes y los anfitriones pudiéramos disfrutar con nuestro paisano entre las patatas fritas v los refrescos. También estaban las banderas de las fiestas y se escuchaba música por todo el pueblo.

La hora convenida fue las 6 de la tarde. Ya estábamos todos en la iglesia y habíamos comprobado que tendríamos que permanecer de pie porque había gente de todos los sitios: Cilleruelo, Pinilla, Fontioso, Aranda, Melgar de Fernamental, Burgos… muchos amigos tiene Carlos. De su casa, acompañado por sus padres y por más de 40 curas, subió hasta la iglesia para dedicarnos su Primera Misa. Entre la emoción, los aplausos y el poco espacio que quedaba también estuvieron nuestros últimos y queridos difuntos.
Sus palabras, tanto en la homilía como en el Padrenuestro o en la Acción de gracias, nos hicieron llorar a más de uno. Algunos dicen que él también perdió el control en dos o tres ocasiones. Lo que no nos perdimos nadie fue la estampa de sus dos hermanas que bien parecían dos «magdalenas» que no paraban de llorar. Al final de misa todos le dimos la enhorabuena, le abrazarnos, le besamos y nos llevamos un recuerdo de nuestra querida Virgen de la Peña que dejaba constancia del día de su Ordenación y Primera Misa.
A partir de aquí todo fue sorpresa tras sorpresa. En el pórtico de la Iglesia vimos llover, por primera vez en nuestra vida, bolsas y bolsas de gusanitos que hacían sus delicias en el aire. Los niños se lamentaban y contaban las muchas que se quedaban atrapadas entre las tejas del templo.
Los mayores nos disputábamos los caramelos entre pisotones y bolsas de confeti. Entre tanta multitud no habíamos percibido que, en el suelo y por las paredes, había un cartel con su fotografía (un poco desgraciada) en la que podíamos leer: «Carlitos, Papa». Pero cuál fue nuestra sorpresa cuando en la plaza del Pozo nos encontramos un auténtico «papamóvil». El coche oficial de Pineda se había convertido en un trono para el nuevo «papa». No podía faltar su báculo y su mitra, aunque esta le quedaba pequeña.
Y dimos un vuelta por todo el pueblo recibiendo sus bendiciones y escuchando la música de dulzaina y tambor de la charanga de Pineda. Los de fuera miraban perplejos el desenfado, la alegría y el gesto de los «raposos». Al final todos juntos en el Barrio de las Escuelas porque nos esperaba la merienda y la música de baile. Allí pudimos comprobar por qué no le vemos bailar habitualmente. La verdad es que lo hace fatal y da igual que suenen jotas que pasodobles.
Poco a poco se fue oscureciendo la tarde y nuestro pueblo dejó de ser un gran «parking» (había coches por todos los sitios). Todos nos fuimos alegres a nuestras casas con el sabor de un día inolvidable y que tendrá que pasar mucho tiempo para repetirse.
Este día durará muchos años en nuestro recuerdo, porque tras de él está la presencia de un amigo raposo que quiere a nuestro pueblo. Desde aquí le deseamos lo mejor ante el nuevo horizonte que ahora se abre para él.
También le agradecemos tantos y tantos momentos como nos ha dedicado.
Esperamos contar siempre con su apoyo y entusiasmo para la vida de nuestro pueblo.

Artículo publicado en el programa del Pinediense Ausente de 1999